Tenía 19 años y estudiaba 2º curso de Enfermería en Albacete. Me enteré del golpe “en directo” pues la radio retransmitía la sesión de investidura de Calvo Sotelo. Eran las seis y media de la tarde cuando tomando un café al salir de clase oí por la radio el violento asalto al Parlamento por parte de Tejero. Aunque intuí lo que podía ser, y creo que incluso lo verbalicé, no lo supe con certeza hasta las 8 cuando llegué a casa y me lo confirmó mi compañero.
Ambos pertenecíamos al recién creado Movimiento Comunista de Albacete. Al tener constancia de lo ocurrido, se convocó una reunión en un lugar seguro, la casa de una amiga que compartía piso de estudiantes con otras, ninguna de las cuales era sospechosa de “estar fichada”. A pesar de mi juventud yo podría estar fichada, como otros militantes de partidos de izquierda, simplemente por asistir con frecuencia a manifestaciones durante la transición, no todas legales ni bien vistas por las fuerzas policiales (represivas, en terminología de la época).
En esa reunión, esperamos ansiosamente las noticias: si se extendía el golpe, las decisiones de otros militares, fuimos conscientes de pertenecer a la región militar de Milans de Bosch, general que apoyaba el golpe y mandó acuartelar a sus tropas. Allí una docena de camaradas y amigos esperamos la presencia de dos de nuestros dirigentes (Antonio Navarro y José Manuel Pérez Pena) que habían acudido a la reunión que las fuerzas democráticas de izquierda hacían en el Ayuntamiento (dirigido por Salvador Jiménez, alcalde socialista). A última hora de la noche, sin saber aún si podríamos dormir en casa (o sería una imprudencia), nos contaron las novedades y acuerdos tomados. Hacia las 12:30 (cuando nadie debía circular por la calle en esa zona militar) marchamos a casa y nos acostamos pendientes de la radio. El discurso del rey nos dejó algo más tranquilos, aunque no del todo, no podíamos confiar en su firmeza democrática ni en su autoridad. Fue una noche de duermevela y preocupación.
A la mañana siguiente repartimos panfletos unitarios con el lema “Contra el golpismo. Por la Constitución”. Curiosa paradoja: el rechazo al golpismo unía todo el espectro político de izquierdas, incluso a quienes habíamos rechazado la Constitución del 78 por aceptar, entre otras cosas, el régimen monárquico heredero del franquismo.
Cuando las diputadas (algo antes) y los diputados abandonaron el Congreso, todos nos quedamos más tranquilos. No obstante, el miedo al golpismo, la vergüenza colectiva de pensar que la democracia podía haberse ido al carajo de nuevo y la evidencia de que había muchos fachas con demasiado poder, permanecieron latentes unos años más.
Victoria Delicado
Candidata de Izquierda Unida
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