Memoria de los republicanos caídos,
perseguidos y represaliados
Decía un buen amigo historiador que “conocer la buena historia fortalece nuestra esperanza de que han de venir tiempos mejores, donde la justicia imperará y donde la igualdad será efectiva”.
En estos últimos años se han hecho visibles colectivos
memorialistas, investigadores, historiadores y personas de la política que
trabaja por la memoria colectiva de la II República, la Guerra Civil y la
represión del franquismo que frustró el proyecto republicano. Hacen una
importante labor de dignidad, educación y documentación de toda una generación
y una experiencia política que fue silenciada, tergiversada y transmutada por
el franquismo.
Recuperar la memoria histórica es una tarea ardua y
comprometida tras el largo tiempo de silencio que supuso el franquismo, una
tarea en la que también participan los individuos anónimos que han transmitido
a sus familias los logros y esperanzas que conllevó la república y las
humillaciones, injusticias y pérdidas que supuso el alzamiento franquista y la
represión posterior a la guerra. En mi familia no tuvimos fusilados, pero sí
familiares encarcelados, expoliados, humillados y frustrados. Mi padre recuerda
a menudo, con indignación la injusticia vivida que entristeció su juventud y
marcó toda su vida, a la vez que recuerda la expansión de júbilo que supuso la
llegada de la república aquel día de primavera, la creación de escuelas
rurales, la alegría de la gente humilde que, por primera vez, se sentía
reconocida y dignificada en el proyecto democrático republicano.
La República llegó como una esperanza
de renovación que generó ilusión y energía colectiva a los hombres y mujeres de
todo el país. Recordar a la Segunda República en el 14 de abril siempre será un homenaje a esas generaciones
de españoles y de españolas que vivieron aquella fecha de conquista democrática
y la defendieron escribiendo las mejores páginas de la historia del siglo XX. Entre
ellos hay que recordar los tres colectivos que más infortunio hallaron, los
caídos, exiliados y presos.
Memoria de los
brigadistas internacionales, luchadores de la libertad, a quien Albacete acogió
durante la Guerra Civil
Quiero
transmitir también mi admiración, respeto y apoyo a estos luchadores de la
libertad y a quienes honran su memoria, los que impulsan y participan en el
movimiento de asociaciones memorialistas. Los brigadistas que fueron llegando a
Albacete hace más de 75 años, de distintas edades, ideologías, culturas y
tradiciones tuvieron, todos ellos, la lucidez de comprender la importancia de
la defensa de la República española en 1936 frente al totalitarismo fascista
que avanzaba en Europa y tuvieron el arrojo y valentía de comprometer su vida
en un frente de guerra para defender la democracia, la justicia y la libertad
que representaba la II República española.
La
experiencia de las Brigadas Internacionales ha traspasado fronteras y
generaciones y su ejemplo ha servido para ilustrar el camino a otras luchas
solidarias y altruistas como han sido las experiencias de brigadas de paz que
el movimiento de solidaridad internacional y cooperación al desarrollo han
puesto en marcha en diferentes lugares del mundo para denunciar injusticias,
apoyar procesos de emancipación o enfrentarse como escudos humanos a atropellos
de derechos humanos o a guerras.
Frente al
capitalismo que estimula el triunfo del individualismo representado en “el
sueño americano”, el testimonio de los brigadistas apuesta por el altruismo, la
lucha colectiva, el apoyo a los más débiles, la defensa del sujeto colectivo y
su dignidad. Ojalá las nuevas generaciones se eduquen en esa generosidad y
valentía que puede resumirse en la frase: “Nada humano me es ajeno”.
Memoria de las
mujeres republicanas, pioneras de la lucha por mejorar la condición social de
las mujeres, su participación política y su libertad individual.
Con la
proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931 las mujeres dejaban
de ser tratadas como menores de edad para pasar a ser ciudadanas de pleno
derecho. Poco más tarde, se modificaba la normativa electoral y se permitía el
sufragio pasivo a las mujeres. Podríamos ser elegidas, aún quedaría tiempo para
poder ejercer el derecho al voto.
En las primeras cortes resultantes de las elecciones de junio fueron
elegidas dos parlamentarias la radical-socialista Victoria Kent, notable
jurista que, desde mayo, era la directora general de Prisiones en el ministerio
de Justicia encabezado por el socialista Fernando de los Ríos; y Clara
Campoamor, conocida por sus posiciones feministas, que militaba por entonces en
las filas del Partido Radical. Esa significativa presencia femenina se amplió
más tarde con la socialista Margarita Nelken.
La aprobación de la Constitución se produjo a final de ese mismo año y,
poco más tarde, las mujeres podrían votar por vez primera, tras una valiente y brillante defensa de este derecho por
Clara Campoamor. Aunque la ley avanzó en la equiparación de los derechos entre
las mujeres y los hombres no podía cambiar de golpe la realidad social, pero
puso los cimientos de una vida más libre en la que las mujeres podían elegir
casarse o seguir solteras, divorciarse una vez casadas, contratar servicios,
estudiar en pie de igualdad, trabajar y disponer del fruto de ese
trabajo.
En palabras de la historiadora Mary Nash: “Aunque las estructuras de
género no se cuestionaron abiertamente, la modernización del Estado, el
desarrollo de la democracia política, la secularización de la educación y
la creciente participación de las mujeres en el movimiento obrero
organizado condujeron al aumento de la conciencia femenina y a una
valoración de su condición social”. Estos logros son impensables sin
mujeres como las citadas y como Dolores Ibárruri, Federica Montseny, Matilde de
la Torre y otras muchas que en política, educación o cultura, fueron pioneras
de ese reconocimiento social y de la lucha por una vida más libre y plena para
las mujeres.
Parafraseando
a Eduardo Galeano diríamos que quienes recuerdan la memoria colectiva de quienes
defendieron la república y de los represaliados del franquismo contribuyen “a
que esta democracia no tenga miedo al recuerdo y a que la sociedad española no
enferme de amnesia”.
Espero para mi país un futuro republicano con más justicia, libertad y
democracia, valores y principios que hay que seguir defendiendo y construyendo
día a día.
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