La mañana de los atentados
terroristas en los trenes yo estaba en el trabajo cuando fui consciente de la
gravedad y el alcance de la noticia. Recuerdo que estábamos consternados, sin
poder ocuparnos de nada cotidiano mientras se acrecentaba la tragedia cada vez
que la radio daba nuevos datos. Las fuentes oficiales tardaron muy poco en
atribuir el atentado a ETA. Yo tenía mis dudas, el tipo de atentado se parecía
demasiado a los estallidos de autobuses llenos de pasajeros en ciudades de
Oriente medio.
A las pocas horas en el edificio
Benjamín Palencia del Campus universitario, alguien había colocado unos
carteles de rechazo “al terrible atentado de ETA” y convocaban a una
concentración de repulsa en la puerta del Vicerrectorado para la mañana
siguiente. Me pareció una manipulación abominable que buscaba difundir la
información más favorable al gobierno de Aznar. Tuve la osadía, o el buen
juicio, de retirar esos carteles por mi cuenta y convencer a los Decanos de
Humanidades y Enfermería (mi centro) de la manipulación que representaban los
citados carteles. Pude apoyarme en la prudencia del comunicado del rector que
no citaba ninguna autoría sino que llamaba al rechazo popular al terrorismo y a
la solidaridad con las víctimas y sus familias. Efectivamente, al día siguiente
nuestra concentración en el campus estuvo desvinculada de autoría y cada vez
estaba más claro que se trataba de un terrible atentado del terrorismo
islamista.
No es fácil, cuando todos estamos
conmocionados, y el daño es tan irreparable, aludir a las consecuencias
políticas de difundir una información u otra sobre la autoría de tan grave
atentado. Pero yo me sentía en la obligación de desenmascarar la ocultación del
gobierno del PP, sus mentiras y su falta de honestidad buscando el rédito
electoral o, mejor dicho, el menor desgaste posible. En pocos días, a pesar del
engaño, la población votó con un claro juicio crítico antes los manipuladores
de esa información.
Hoy es un día en que hemos de
recordar a las víctimas, a sus familiares, a quienes trabajaron en duras
condiciones para aliviar su dolor y atenuar el desastre. Pero también conviene
recordar a los gobernantes la obligación de afrontar las causas de los
problemas con honestidad, transparencia y responsabilidad. La gestión del
gobierno de Aznar de este trágico hecho es un ejemplo de lo contario.
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