El pasado 21 de agosto falleció Gil Delicado Gómez, mi padre. En su despedida, le dedicamos unas palabras que dan cuenta de su trayectoria y del inmenso dolor que nos supone su pérdida. Son tres textos breves que a continuación reproduzco.
Hoy nos hemos reunido en este acto
para despedir a mi padre, Gil Delicado Gómez, un hombre bueno del que nos
sentimos orgullosos. Queremos honrar su memoria, haciendo un esfuerzo,
conteniendo las emociones. Con palabras, con música. Para hablar del hombre que
nos deja.
En nombre de toda la familia agradezco
la asistencia, el apoyo, la compañía, las visitas al patio, las conversaciones
y el interés que tanta gente ha mostrado por mi padre, por su salud y por su
persona. A los vecinos de Montalvos, a los de la Calle Carmen y a quienes han
trabajado con él más o menos directamente. También a tantos amigos, amigas y
allegados que estáis hoy aquí. Y a los que pasaron ayer por el tanatorio.
Mi padre fue un hombre
trabajador, una persona generosa, un luchador que no se resignó ante las injusticias
ni el destino ingrato de la época que le
tocó vivir. Un hombre hecho a sí mismo que se sentía satisfecho de su vida, de
su familia y de los afanes que emprendió en distintos momentos de su vida. Fue
valiente y se esforzó en labrar un futuro mejor para su familia. Estaba muy
satisfecho de haber dado estudios a sus hijos, algo que le hubiera gustado
poder disfrutar para sí mismo.
La vida de mi padre quedó marcada
por dos hechos significativos: la muerte de su madre cuando él era un
adolescente y la guerra civil, o más bien, la posguerra que impuso una vida
dura a las gentes de esa generación y, en particular, a las familias de quienes
perdieron la guerra. Tuvo por ello una juventud triste y difícil que condicionó
su forma de ser, rebelde, inconformista, voluntarioso y testarudo.
Dedicó su vida al trabajo y a la
familia. También tuvo un interés social por resolver problemas colectivos.
Estaba orgulloso de su etapa de alcalde de Montalvos. El primer alcalde socialista
de la democracia, entre 1979 y 1987, dos etapas en las que se esforzó por
mejorar algunas infraestructuras de su pueblo, como la báscula, la
circunvalación o las obras de saneamiento. De esa etapa recuerda con cariño a
sus compañeros de corporación y la constitución de la agrupación socialista del
pueblo. Y su esfuerzo de ese tiempo siempre fue desinteresado, desapegado de lo
material y pensado en lo mejor para el pueblo y sus gentes.
Ha sido una persona íntegra,
republicano convencido, demócrata, defensor de la justicia y la igualdad. Ha
sido una persona más de razón que de emociones pero tenía un gran corazón. Ha
sido solidario con quienes tenían más necesidades y apreciaba la honradez y el
esfuerzo de la gente, por encima de la condición social.
Se empeñó en vivir a su manera y
en morir en su pueblo, en su casa, rodeado de su familia. No llevó bien la
falta de autonomía que la enfermedad le impuso en las últimas semanas.
Reclamaba libertad también para pasar este trance, a su manera. Y le hemos ayudado,
cuidado y dado el cariño que hemos podido. Con el apoyo del personal sanitario,
médicos y enfermeras de la sanidad pública, a quien agradecemos su buen trato y
su atención.
En la familia ha sido un elemento
de cohesión, para sus hermanos, sobrinos y para su familia propia. Me consta
que estaba feliz con sus hijos y nietos, ha apreciado el trabajo, la bondad y
la generosidad de mi madre, a quien ha cuidado y acompañado siempre. Hasta el
final ha pensado en nosotros, en no darnos trabajo, en amortiguar el
sufrimiento.
Al padre, al hermano, al abuelo,
al alcalde, al compañero, vecino y amigo. Gracias papá por todo lo que nos has
dado. Honraremos tu memoria.
Muchas gracias a todos por
vuestro apoyo, afecto y respeto.
Victoria Delicado Useros
Una última sonrisa
Me encantó poder arrancarte una última
sonrisa. Porque detrás de tu sobriedad siempre hubo un Gil afable, amigo de las
bromas y el humor inteligente.
Nos diste valor y nos pusiste en valor;
siempre creíste en tus hijos y en tus sobrinas, haciéndonos sentir como hijas.
Tu casa siempre abierta, tu sonrisa de par en
par y tu compañera Andrea a la par.
Sólo tengo buenos recuerdos y un enorme
agradecimiento por habernos querido tanto y haberle dado tanto amor a mi madre,
tu hermana Juliana, que siemrpe te sintió como un segundo padre, pese a ser su
“chache”.
Dijiste que te ibas de este mundo orgullosos
de tu vida y eso, desde luego, es lo mejor que nos has dejado: haber sido parte
de nuestras vidas.
Gracias tío. Te despido con mi major sonrisa,
como tú lo habrías querido.
Manuela Rabadán Delicado
Tu casa ha sido nuestra casa
Hemos tenido la gran suerte de tenerte cerca
muchos años. La distancia a veces enfría o aleja pero, cuando hay un cariño tan
grande, no se nota tanto...
Han sido muchos los momentos por los que
siempre estarás con nosotros. Tu amor por la familia nos ha empapado desde
siempre.
Tu casa ha sido nuestra casa y tu afán por
hacernos y ayudarnos nos ha mantenido cercanos a pesar de la distancia.
Tantísimos recuerdos desde niñas, tantos momentos, tantas casas en vuestra
compañía...
Siempre me recordaste al abuelo José Angel,
hablador, conocedor, inquieto y tenaz. Tus ganas de emprender mil y una
historia...
Te veré siempre con ese gesto tan tuyo: los
brazos en jarras, la sonrisa picarona, tu risilla. Nos regañabas, a veces, con más razón que un santo. Y mandando, que
siempre has tenido iniciativa y capacidad para hacerlo bien. Y tu andar rápido,
a veces demasiado, por aprovechar ese tiempo, que ahora se te ha acabado.
Pero de esa larga temporada que te hemos
disfrutado, no puedo olvidar el cariño
que siempre nos has dado. Cómo nos has acogido, hasta las camas improvisadas en
vuestra casa de Albacete, a las cinco de
la mañana que llegaba el nocturno de Valencia.
Cuantos
buenos momentos, los veranos que hemos pasado entre aquí y allí. Y tu
genio, gobernando, de la mejor manera, la recua de críos con los que tanto has
disfrutado.
Tus pasiones han variado de la tierra dura y
seca a los negocios que te han seguido dando vidilla y la motivación que tu
genio siempre ha necesitado.
Un hombre inquieto, justo y recto, que nunca te
olvidaste de sonreir y de aprovechar lo dulce que la vida te ha puesto en el
camino: las uvas, tu higuera, el amor de la gente que tanto te hemos querido.
María Rabadán Delicado
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