Cualquiera que se proponga hablar
de la feria o fiestas de su tierra rememora, con una sonrisa, la ilusión con
las que ha vivido las ferias de su infancia y las de su juventud cuando las
expectativas ante lo desconocido se viven con más intensidad.
Desde la atalaya de la edad
adulta una ya no puede dejarse llevar por el optimismo ciego. La feria de
Albacete de 2012 ya no es el único
acontecimiento entre el 7 y 17 de septiembre. Hay que pensar en el contexto, en
el día a día cotidiano, en el inicio del curso escolar, en el trabajo retomado
tras las vacaciones, en las medidas que entran en vigor el 1 de septiembre, en
los cambios que nos va deparando la crisis y las políticas del gobierno, en los
recortes de derechos y servicios, en la subida del coste de la vida y los
impuestos, en la merma de los salarios, en los parados, en los jóvenes sin
esperanza, en los migrantes, en los amenazados de desahucio y en quienes se
quedaron sin vivienda, en las movilizaciones sindicales y ciudadanas, en
resistir y no dejarse arrancar la dignidad.
La feria también puede ser
reivindicativa y disfrutarse al calor de las pancartas. Tengo más predisposición
a acudir a la marcha para defender el futuro que los sindicatos han convocado
en Madrid el 15 de septiembre que en acompañar a las autoridades regionales o
locales en algún evento festivo. Prefiero compartir consignas, bocadillo,
autobús y pancarta que escuchar a nuestros gobernantes explicarnos cómo es
doloroso pero necesario subir impuestos, eliminar empleos públicos, cerrar
servicios, recortar gasto público y derechos porque “así se defienden los
servicios básicos y se creará empleo”. No estoy dispuesta a escuchar más
mentiras de las necesarias ni a aplaudir por cortesía discursos que me
indignan.
Aunque no quiero renunciar a celebrar
con amistades y familiares algún rato amable, algún encuentro imprevisto y
algún paseo por el ferial, creo que este año la feria, para la mayoría, será
más triste y austera, más económica y menos ilusionante. Por ello, hay que
seguir pensando en el día a día, en cómo defender lo colectivo, en cómo salvar
la soberanía y la democracia que nos roban con cada reforma, con cada rescate y
con cada compra de deuda pública en los mercados financieros. Y no queda otra
que denunciar las políticas que agudizan la crisis, profundizan la recesión,
empobrecen a la población y destruyen derechos y servicios públicos.
Porque en septiembre con la feria
llega la subida del IVA, la retirada de la financiación de más de 400
medicamentos, la eliminación de la asistencia sanitaria para inmigrantes irregulares,
el recorte en las becas y la subida de las tasas universitarias, las aulas más
saturadas y con menos profesores, los despidos de más interinos de los
servicios públicos, los recortes salariales, más expedientes de regulación de
empleo en la empresa pública y privada y un rescate que no sabemos qué
consecuencias traerá, qué costes supondrá o cómo acabarán nombrándolo Rajoy y
Cospedal.
Pero se nos anuncia que “sin
toros, no hay feria”, que la persecución del botellón se relajará y que
podremos disfrutar con menos presupuesto, porque podemos apañarnos y “hacer más
con menos”. En lugar del “pan y el
circo” creo que, en estos días, tenemos
que pedir “pan y rosas”, como clamaban hace 100 años las trabajadoras del
textil estadounidense en huelga que inspiraron poesía, música y cine con su
consigna. Una consigna sencilla, clara,
profunda y reflexiva que reivindicaba derechos, condiciones de trabajo, mejores
condiciones de vida y la posibilidad de un tiempo de descanso, ocio y vida
personal, lo que ahora podríamos resumir en “trabajo y dignidad”.
Victoria Delicado
Concejala de Izquierda
Unida
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